La artrosis no siempre duele

Cuando escuchamos “artrosis”, muchas personas piensan automáticamente en dolor crónico, limitaciones y deterioro. Pero tener artrosis no significa que tengas que vivir con dolor.

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¿Qué es la artrosis y por qué no siempre duele?

La artrosis es una degeneración progresiva del cartílago articular. Puede estar influida por muchos factores:

  • Lesiones previas o sobreuso
  • Genética y edad
  • Sobrepeso
  • Inestabilidad o mala alineación articular

Todos estos elementos pueden provocar un entorno inflamatorio (liberación de citoquinas o proteasas) que aumenta la severidad de la artrosis y puede generar cambios biomecánicos importantes. Sin embargo, estos cambios no siempre se traducen en dolor.

El papel de los factores psicosociales en el dolor

El dolor no depende solo del estado físico del cuerpo. Es una experiencia compleja donde influyen también:

  • Las emociones (distrés, miedo, ansiedad, tristeza…)
  • El contexto socioeconómico (apoyo de familiares o amigos, nivel de ingresos, entorno laboral ¿Me apoya mi jefe o me da miedo decirle cómo me encuentro?)
  • El sueño y el descanso
  • La relación con el movimiento y el ejercicio
  • Las creencias sobre el cuerpo («Tengo artrosis, así que no puedo hacer nada»)

Todo esto puede aumentar el dolor, la discapacidad (hacer menos cosas) y el estrés negativo. Y estos tres factores se retroalimentan, creando un círculo que poco a poco va limitando más a la persona… a no ser que empecemos a intervenir desde varios frentes.

Ejemplo real: ¿Artrosis severa y sin dolor? Sí, es posible

👉 María, 67 años, vino a consulta con una radiografía que mostraba artrosis en ambas rodillas. Su médico le había dicho que “era normal a su edad” y que no había mucho que hacer. Pero María tenía un problema: apenas podía caminar del dolor.

Tras una valoración, trabajamos con ella en varios frentes: movilidad, fuerza, respiración, conciencia corporal y pequeños cambios en su día a día. También entendió que el daño articular no explicaba todo su dolor y que podía influir positivamente en cómo se sentía.

A los 3 meses, María había reducido su dolor más del 60% y ya podía volver a pasear por el parque. 

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Si vives con artrosis, dolor crónico o limitaciones que crees que “ya no tienen solución”,
queremos decirte algo:
Entender cómo funciona el dolor es el primer paso para romper ese ciclo.

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